Muchas de las personas que atraviesan por un momento de crisis, ya sea por una ruptura reciente o por otros motivos, lo que más miedo les da es el sentimiento de tristeza y soledad.

Sin embargo, los psicólogos ayudamos a descubrir, que la pereza es mucho más peligrosa que la tristeza.


Como sentimiento útil, nos avisa para que no gastemos energía en algo que no nos va a aportar, no obstante, a veces, la pereza esconde mucho más y es ladina, porque es capaz de engañarnos discretamente (no es tan espectacular como un llanto) y de hacernos creer que todo va bien, que este estado de “ni chicha, ni limoná”, de apatía e inapetencia, es lo que hay, es lo normal.

 

Me pareció crudo pero muy ilustrativo el cuento de la “rana cocida”. Este cuento va de dos ranas, la primera se mete en una olla de agua hirviendo y al ver lo que quema el agua, es capaz de dar un par de brincos aterrorizada y salir de ahí. La segunda rana, en cambio, está en una olla de agua que se va calentando poco a poco, la rana, no se da cuenta de que el agua va subiendo de temperatura, hasta que se cuece y no logra escapar.  

Quizás no muramos cocidos, pero si la pereza nos domina, podemos llegar a pasar años de  nuestra única vida con desgana gris permanente, es lo que los psicólogos llamamos pomposamente una distimia crónica (falta de emoción) por un “duelo encubierto no resuelto”.

 

Porque nos creemos que la tristeza es lo contrario de la alegría, sin embargo, es más preciso afirmar que lo contrario de la alegría, es la pereza, la desgana, la falta de ilusión.

 

¿Y cómo recuperamos la ilusión? ¿Y cómo nos sacudimos la pereza?

Hay muchas maneras de hacerlo y cada uno encuentra su vía. En nuestra conferencia del viernes, os vamos a proponer algunas ideas fuerza que han resultado eficaces a lo largo nuestros años de experiencia terapeútica.