Muchos padres y madres nos están contando, durante estos días de encierro, que se ha acentuado en su hijo/a su aspecto más demandante, “está más pegajoso”, “quieres estar todo el rato conmigo”.
¿Es normal? ¿Qué puedo hacer?
Algunas reflexiones
Un niño/a plasta, demandante de atención, es un niño normal.
Winnicott, un famoso psicoanalista y pediatra, decía que un niño sano es un niño molesto.
No es como nos gustaría que fuera, pero sin duda, un niño/a que reclama a los padres y lucha por que le hagan caso entra dentro de lo previsible y “es un poco lo suyo” y si fuera lo contrario y el niño nos dijera, “no, mamá, vete a descansar y luego cuando ya estés más relajada, jugamos un poco, si te parece” pues nos daría hasta un poco de susto.
Lo mismo pasa con adolescentes retadores, cuestionadores y “que ya lo saben todo” (que muchos padres y madres lo llevamos fatal), pues también entra dentro de su momento vital de buscarse a través de la oposición con los padres. (Lo cual, por supuesto, no quiere decir que no les paremos los pies).
En estos tiempos, puede que se esté acentuando debido a las circunstancias especiales que vivimos, de poco desahogo e intensa convivencia compartida.
Pero también puede ser un buen momento para preguntarse cómo ayudar como padre a nuestro hijo. Porque un niño, si se pone demasiado demandante, puede ser, o bien porque no se siente escuchado, o bien porque no tiene límite a sus demandas.
Y a veces, los padres, si caemos en la cuenta de nuestro papel, sin duda fundamental, podemos ayudar a que nuestros hijos sean más insistentes que asfixiantes, más tenaces que cabezotas, más autónomos que dependientes.
Y por lo tanto, podemos lograr que nuestra familia funcione mejor en este encierro incierto y agobiante.
Los psicólogos entendemos la familia como un sistema de relaciones complejo, donde determinadas conductas o roles de los hijos, puede ser potenciados o no, según el vínculo que establecen sus padres con respecto a esa conducta.
Muchas veces el rol de un hijo tiene un contra-rol en alguno de los progenitores que lo alimenta. Estas relaciones, frecuentemente, no son conscientes y por eso es bueno caer en la cuenta de ellas.
Un niño “excesivamente pesado”, que quiere llamar constantemente la atención de los padres o de alguno de ellos, probablemente tenga un padre/ madre o ambos, que se estén colocando en un lugar para que esta actitud siga sosteniéndose.
Puede que hablemos de una dificultad de comunicación o puede que hablemos de excesiva presencia de los padres. A primer estilo lo hemos llamado “posición piloto automático” y al otro “posición siempre-presente”..
“Posición piloto automático”
Sin duda, hay momentos en que es muy necesario meter una marcha más para organizarse y dinamizar a los hijos para que, por ejemplo, cumplan con sus rutinas, pero no podemos estar siempre así.
Cada hijo, como todas las personas, busca sentirse escuchado y atendido por sus padres porque quiere tener su lugar en su familia, en el mundo y quiere que ese lugar sea importante y valorado.
A veces, incluso en estos tiempos de confinamiento, en los aunque no hay otra opción y podemos disfrutar más de ellos, ponemos el piloto automático y no nos enteramos bien de lo que ilusiona o preocupa a nuestro hijo/a. Tiene que haber momentos en que nuestros hijos se sientan escuchados y atendidos .
Puede que estemos demasiado imbuidos en nuestras preocupaciones y quehaceres (lo cual, insisto que es muy necesario) pero no siempre se puede estar y no estar. Es decir, estar con tus hijos pero tener la mente en otro lado, porque al final , ni te enteras de lo que está pasando con tus hijos, ni tampoco eres efectivo en lo que estás pensando.
A veces vamos tanto como pollos sin cabeza que no somos capaces de escuchar bien.
A veces lo urgente, no nos hace ver lo importante, y al querer resolver todo ya, perdemos capacidad de planificación y de discernimiento.
Y si estamos así mucho tiempo (pueden pasar hasta años), no nos hemos dado cuenta de que el tiempo ha pasado y nuestros hijos han crecido. Y nos quedamos perplejos y arrepentidos, porque tenemos la sensación de que no nos hemos enterado.
“Posición siempre presente”
Otro tipo de lugar, que pueden ocupar los padres, es la posición “siempre presente”.
Todos vemos claro, que la presencia amorosa de los padres con los hijos es fundamental, sin embargo, nos cuesta más ver que también es fundamental la “no intervención” o “a ver cómo te las apañas” (que es también amorosa) con los hijos para que sean felices.
Si nos colocamos asiduamente en la “posición siempre presentes”, por supuesto, que nuestro hijo/a va a ser pegajoso, va a ser agobiante, porque va a recurrir siempre a nosotros para cualquier cosa.
Y no significa abandonarlos, tirarles a la piscina sin saber nadar, sino fomentar que haga, todo lo que pueda hacer en su edad. Y de verdad, que es capaz de hacer muchas más cosas de las que creemos.
Y muchos padres y madres nos dicen, pero es que es él que me lo pide. Claro, muchas veces lo primero que les sale es “no puedo”, que traducido podría ser como: “Házmelo tú, que eres más rápido, lo haces mejor y para mí es más cómodo”.
Sin embargo, si resolvemos constantemente, su corteza prefrontal, su capacidad de planificación y de resolución de conflictos no se desarrolla, sino que nos convertimos nosotros en su corteza prefrontal. Y entonces sí que se vuelven pegajosos.
Porque en estos tiempos de cuarentena, es necesario equilibrar el estar y el no estar con los hijos, el que juguemos todos y el que jueguen solos, el que les ayudemos en aspectos puntuales en el estudio y ellos vayan cumpliendo con las tareas que les encomiendan.
Porque si estamos “siempre presentes”, estamos volcados con nuestros hijos y dejamos de ocupar nuestro lugar como personas, somos sólo padres.
Y al contrario de lo que pueda parecer, si los padres, dejan de ocuparse de sus deseos, abandonan su lugar como personas,que necesitan amor, afecto, reconocimiento y proyectos, más allá de los hijos, eso, tiene consecuencia negativas sobre los hijos, “pagan el pato” de unos padres que su vida exclusivamente son ellos.
En estos tiempos de encierro, también los padres, necesitan espacio para desarrollar sus proyectos más allá de los hijos, ya sea, ocupándose del amor, del desarrollo profesional (aunque para algunos esté la cosa peliaguda), para alguna afición o simplemente para descansar, aburrirse y no hacer nada.
Propuestas
Por eso ante la pregunta de los padres “¿ y qué hago?”
Pues está bien empezar por plantearse ¿soy un padre o madre más de “piloto automático? ¿o soy más bien un padre o madre “siempre presente”? ¿O soy las dos cosas? ¿o ninguna de las dos?
Y si tu conclusión es que te pones a menudo en la posición “piloto automático” puedes intentar aprovechar esta crisis del coronavirus y plantearte algunas cuestiones:
Aprovechar este momento irrepetible (esperemos) de intensidad en la convivencia para conectar un poco más con sus mundos. Aprovechar para escucharles mejor.
Y es verdad, que algunos padres nos cuesta más y a otros menos, pero cuando conectamos, aunque a veces, no entendemos nada, es sin duda fascinante.
Fascinante como una niña de año y medio arropa a un osito con una manta y se pone contenta y luego se va y pasa a otra cosa mariposa. Fascinante como un niño de ocho años juega a ganadero y lleva a una manada de vacas (¡que no todo sean pantallas!), fascinante como una adolescente de 13 años se encierra en su cuarto a escuchar música, a chatear con sus vitales amigos, a hacer cosas muy parecidas a las que hacíamos nosotros con su edad.
(Bueno, es cierto que no todo es fascinante, cuando ya has leído ochenta veces un cuento con él o les has repetido otras doscientas lo que hay que hacer, pero a pesar de eso, sigue siendo asombroso cómo ven el mundo ¿no?)
Y tus hijos sin duda que lo notan, les encanta (la de 13 lo va a disimular más) y tú, sin duda, vas a agradecer haberte dado cuenta de que el tiempo vuela y que incluso se podrá recordar el tiempo del coronavirus como el tiempo en el que se intensificaron vínculos familiares porque, aunque hubo bastantes momentos de estrés e incertidumbre, hubo momentos muy emocionantes.
Y si tu conclusión es que eres más de la posición de “siempre presente” porque no pruebas en estos días (también dentro de lo posible, pero de verdad, no es imposible) a reservarte un tiempo para cuidarte como persona (más allá de los hijos). Hay multitud de posibilidades para cultivar el amor, vínculos de amistad, la autorrealización, el descanso, el relax, etc.
Porqué no pruebas a intervenir menos en cómo tus hijos resuelven sus cosas, ofrecer sugerencias, pero dejarles que ellos prueben. A lo mejor es un buen momento, para que por ejemplo en el estudio, tú les acompañes y les ayudes a reforzar su autonomía, su capacidad de planificación. Procura no tomar las riendas de su comunicación con los profesores.
¡Por qué no probar otros lugares desde donde comunicarse!
¡Cuesta, pero merece la pena!
Test adicional: ¿Cuánto tardarías en intervenir?