Uno de los fenómenos, que más nos preocupan a los psicólogos, porque no ayudan a un desarrollo sano de la personalidad, es la confusión de roles dentro del seno familiar.
A veces hay familias en que alguno o ambos padres se posicionan como hermanos/amigos de los hijos y estos les tratan como a un igual, llegando, en los casos más extremos, a la agresión física.
Las confusiones se pueden dar también entre abuelos que quieren ser más bien padres, ocupando más espacio del que corresponde, o hermanos mayores que quieren ser pequeños o menores que no aceptan su posición.
Pero una de las confusiones, que ocurre con más frecuencia, más de lo que parece, es la de que los hijos tengan (más bien se les otorga) un extraordinario poder en decisiones que no les competen, interfiriendo en la vida de pareja hasta hacerla, a veces, inexistente.
“Un padre me contaba que él y su mujer habían dejado de salir ellos solos porque uno de sus hijos la montaba gorda cada vez que iban a hacerlo.”
Se corre el riesgo que ese poder todavía aumente más, si tiene lugar un divorcio y nos dejamos llevar por el miedo. (Miedo a perder a los hijos, miedo a que no me elijan, miedo a traumatizarles, etc.). Y entonces se acabó “ponerles en su sitio” (aunque a veces lo pidan a gritos) y entonces se acabó la vida más allá de los hijos (no vaya a ser que les causé más sufrimiento del que ya han tenido con la separación).
Por eso, en situaciones de divorcio (pero no sólo), donde el sistema familiar se ha resquebrajado y es necesaria una reestructuración, es importante que los padres delimiten el rol de cada uno, para que los hijos sigan siendo hijos, y aunque ellos quieran asumir otros roles, logremos y les ayudemos a que ocupen su sitio.
Es importante, insisto, aunque ellos no sean conscientes, para que se sientan cuidados, para que no se confundan y no asuman obligaciones que no les corresponden, descuidando las que sí.
“Me decía una madre que su hijo le ayudó mucho cuando se divorció, era como su confidente, su psicólogo porque era muy maduro. Sin embargo, todavía, a pesar de ser mayor de edad, entre otras dificultades, este joven no ha acabado la secundaria obligatoria”.
Uno de los roles comunes que pretenden ocupar los hijos tras un divorcio es el de “nuevo consorte”, fiscalizando las salidas o las nuevas relaciones que tienen.
Por eso, me alegré tanto cuando una madre recién divorciada, me contó, que le dijo a su hijo adolescente, cuando le preguntaba en “plan maridito” con quién y adónde iba. “Hijo, no te equivoques”.